Antes de que los OnlyFans, los filtros y los influencers al borde del retraso mental saturaran internet, había diosas del porno que realmente marcaban época. Una de ellas fue la húngara Sandra Shine, reina absoluta del sexo entre chicas a principios de los 2000. Ron Harris la definió como la perfección personificada y para muchos no exageraba; mirada traviesa, orgasmos hambrientos y una lengua que convirtió el cunnilingus en espectáculo olímpico. Lo suyo no iba de acumular followers, iba de levantar foros enteros de pajilleros devotos y hacer que la peña pagara una suscripción solo para verla en acción. Hoy se la recuerda como performer de culto y directora de primera.
Sandra Shine, la húngara que hizo del cunnilingus un arte
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