Holly Hendrix

Un elefante de 1,47 en una cacharrería que mueve 12.000 millones de dólares al año. La llegada de Holly al porno fue refrescante a la par que sudorosa: su carácter totalmente lascivo y su sexualidad desatada con las hormonas aún enloquecidas a los 18 años, cuando debutó, la han catapultado hacia la primera línea mundial de este entretenimiento y va camino de convertirla en una leyenda precoz del porno estadoundiense.

El talento de Holly está contenido en un cuerpecito menudo, de pecho pequeño y culito respingón, e incluso algunos de sus fans subrayan la curiosa desproporción de su cabeza con el resto de su constitución física que, unida a sus enormes ojazos verdes dan una imagen más juvenil aún, como el de una muñeca. Su perfil profesional es de una teen enloquecida por las bondades del porno, una heredera espiritual de otra teen legendaria cono Gauge. Y es que incluso su vida anterior a su llegada al porno está plagada de ese tipo de experiencias sexuales que hasta las pornstars más curtidas se piensan dos veces si practicar: Holly ya venía con la teoría y la práctica aprendidas de casa gracias a una postadolescencia particularmente movidita en la que dio rienda suelta a sus instintos y encontró los compañeros ideales para probar todo lo que se le pasaba por la mente. Quizá sea la mejor representante de una generación que ha crecido viendo porno y que ya no se sorprende por nada.

La rotundidad de su trayectoria le ha granjeado el apoyo de todas las grandes productoras del gonzo, que parecen observar incrédulos cómo está pequeñaja de ojos saltones va quemando etapas a una velocidad endiablada. Y de hecho los premios AVN 2017 le han reconocido este inicio fulgurante nombrándola mejor actriz revelación y situándola, ahora ya de manera oficial, entre las grandes de este negocio.