No, no me he equivocado de preposición: Edward Smith, un sexagenario de Washington, admite que ha mantenido relaciones sexuales casuales (y probablemente consentidas, porque quien calla otorga y los coche no suelen hablar) con más de 700 vehículos motorizados, mayormente deportivos. Su atracción por las máquinas con motor de explosión, la mecafilia, le ha privado de tener relaciones con mujeres, pero él asegura que es feliz con su actual novia, Vanilla, un Volkswagen Beetle blanco del 74. «Es en mi garaje donde solemos ponernos más íntimos. Soy muy respetuoso de no ser visto en público. Todos los días le doy mimos a ella y a mi camioneta, Ginger.»
El entrañable zumbado admite que lo suyo no es normal, pero está por encima de él: «Tiene que ver con el cuerpo mismo», explica. «No suelo ejercer la penetración, prefiero el magreo y el abrazo y sentir el cuerpo. Me satisface mucho masturbarme junto al coche. Cuando los abrazo siento la energía que sale de ellos. Es un amor muy profundo.»
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