Santísimo Dios misericordioso, qué masajes hace esta mujer. Si uno habla de tailandesas y masajes posiblemente lo asociéis con una dulce y cariñosa sílfide de 40 kilos que, tras caminar con delicadeza sobre nuestra espalda durante un rato, se baja de la camilla y os ofrece un «final feliz» guiñando un ojo y acariciándoos levemente la entrepierna. Pues nada de eso: esta señora no solo cuesta de identificar como, en efecto, una mujer sino que practica un tipo de masajes que con las mujeres son algo intrusivos y poco más, pero con los hombres se convierte en una auténtica tortura medieval, con tirones de testículos y apretones en el bajo vientre.
El masaje salvaje de la tailanesa loca
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