Hacia las tres, los prisioneros formaron en la plaza junto al barracón 6. El alcaide del campo, comandante Amósov, pronunció un breve discurso:
–Las vacaciones revolucionarias tocan a cada ciudadano soviético. Incluso a los que han sufrido un tropiezo temporalmente… Los que mataron a alguien, robaron, violaron y en general dieron un mal paso… El Partido da a esas personas la oportunidad de reformarse, los conduce hacia el socialismo por la vía del implacable trabajo físico. Resumiendo: todos saludan el jubileo de nuestro Gobierno soviético. Pero en cuanto a borrachos y fumadores, tendrán que responder con sus actos… por no hablar de los sodomitas y zoófilos. La mitad de las cabras de la zona han sido objeto de actos repugnantes…
–Esta si que es buena –dijo una voz procedente de las filas de los hombres–. O sea, que me puedo tirar a la hija del subsecretario segundo del Comité Regional del Partido, pero ¿me está diciendo que no puedo follarme a una cabra?
Extracto de «La zona» de Serguey Dovlátov
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