«Solo es la Venus negra de la disco», subtitulaba Playboy en su edición italiana de agosto de 1978. La protagonista era un ser andrógino, una escultura de ébano (como muy bien plasmó su esposo Jean-Paul Goude en aquel famoso montaje fotográfico, Nigger Arabesque, del mismo año), pero la revista de Hugh Hefner prefirió darle un toque más humano, enloquecido y frívolo a Grace Jones, algo así como una personificación de lo que estaba por llegar en los absurdos ochenta. El resultado, una sesión surrealista a cargo de Francis Ing, de entre cuyas fotos destacaba este ejemplo especialmente delirante de la estrella de la música disco montando un tiburón inflable.
«Me gusta sentirme fascinada por un hombre» afirmaba Grace en la entrevista, a pesar de su aspecto extremadamente agresivo, «y me encanta dejarme dominar».
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