Emma Magnolia es una ruleta rusa de curvas, actitud y ciertas contradicciones, dado que es una campesina culona con diploma en biología, exgranjera comunitaria convertida en estrella porno, y santa patrona de los drogadictos. Lo que más llama la atención de esta pelirroja multifacética son su dos «pancakes» gigantes (así los describe ella); esto es, un trasero que desafía la gravedad y justifica su fama creciente. Gestionaba una granja punk en Arkansas, repartía Narcan a adictos y organizaba conciertos underground. Cuando el Covid cerró los clubs, se reinventó: «Si no puedo salvar vidas, al menos daré alegría». Le va el poliamor con lesbianas, tríos con shemales, y la filosofía de «el cuerpo es para compartirlo«. Y es que llegó al porno como elección natural, no por accidente. “Squirtea” como una fontana, actúa como veterana y tiene la empatía de una hermana mayor en un mundo de egos. En resumen, Emma es una santurrona con el culo de una diosa, la mente de una científica y la moral de una anarquista. Si la vida en el campo era aburrida, ella la convirtió en un after salvaje. “No necesito nada más, he visto toda la verdad dentro del corazón de una magnolia” reza una estrofa final de la canción “Magnolia”, de la brillante banda española Rufus T. Firefly.

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