No es la primera —ni será la última casi con toda seguridad— que se desdice de sus palabras renegando del porno y, a la postre, regresa al fornicio exhibicionista como una abeja a un tarro de miel. Nos referimos a la venezolana-colombiana Cheyla Collins, un manjar latino que parece haber sido concebido exclusivamente para la cópula. Y es que el morbo sexual que despierta esta muñequita, con unas peras exquisitas y una retaguardia voraz, no es mayúsculo, sino lo siguiente. La tipa va y regresa al ruedo y se marca una escena anal con un tío bien dotado que le perfora el culo con insistencia y ella, mientras recibe las intensas embestidas, no deja de mirar la cámara con media sonrisa y una actitud relajada, como si el sondeo rectal le hiciera, más bien, cosquillas. Así que, Cheyla, alma cándida, ¿cómo se te ocurre dejar este negocio siendo una virtuosa, carajo?
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