Ahora mismo Egipto es uno de los principales núcleos del mapa geopolítico mundial, pero nuestro foco, en realidad, se dirige a una egipcia que llegó al porno dejándose notar, Sasha Pearl. Nacida en un Egipto lujoso, pero sin libertad, Sasha se movía en coche con chófer y estudiaba en colegios privados, pero su vida estaba totalmente encorsetada. Sus padres tenían un plan para ella; esto es, un matrimonio arreglado, la vida controlada y apenas independencia. Por suerte, Sasha tenía otros planes. En Arabia Saudita conoce a su primer marido, un marine americano, y ahí empieza su choque cultural de novela, puesto que él es sinónimo de libertad y ella es fuego, por lo que juntos forman un combo explosivo, aunque bastante breve. Entre idilios y divorcios, comas y hospitales, Sasha se las arregla para salir del cascarón y plantarse en Estados Unidos, donde decide que su historia se va a escribir con tinta blanca. “Soy hipersexual, espontánea, y cada escena es un poema”, dice ella, y quién se atreve a discutirlo viendo cómo maneja cada situación con descaro y carisma. Entre escenas, estudios de economía y la crianza de cuatro hijos, la egipcia demuestra que la verdadera libertad se conquista. Y si viene con un cuerpazo y un par de atributos que no pasan desapercibidos, mejor aún. Libertad a todo precio, clama ella, y vaya si se lo ha tomado en serio.

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